Aquí y ahora

Aquí y ahora no es más tarde; no es mañana en lo que me levante. Mucho menos es el lunes que viene. Aquí y ahora es este instante, cubierto de normalidades, sin nada místico ni poético, sino más bien agobiantemente normal. Aquí y ahora no tiene canticos de ángeles como música de fondo, ni cerezos en flor bajo nuestra nariz pidiendo ser olfateados; tampoco una instrucción escrita de la más antigua y excitante escuela esotérica de todos los tiempos nacida en las cumbres  del Tíbet, indicando que “aquí y ahora” es aquí y ahora. No, nada de eso.

Entonces estás leyendo esto, levantas tu mirada y ves lo mismo que viste ayer y que verás mañana. Oyendo los mismos ruidos de siempre, la misma insatisfacción interna e incomodidad externa y exactamente eso es aquí y ahora. No hay otro. Pero este momento incoloro, insaboro e inodoro es el de la creación, es el que tiene la fuerza, el potencial.

Nos pasamos la vida con mente, sentimientos, expectativas y alma entera puestos en otro lugar. En el pasado con agridulce añoranza. En el futuro, con miedo y deseo. Permanentemente en otro lugar y en otro momento y siempre sin darnos cuenta, divagando sin centro, creyendo que vivimos pero realmente no vivimos: eso que llamamos vivir, lo transcurrimos recordando, esperando o imaginando. Más nada.

Y ahí nos agarra la muerte sin haber vivido (la lucha incesante contra los avatares de la cotidianidad tampoco se puede llamar vivir) sin haber estado, sin haber sido y entonces me pregunto yo y te pregunto a ti: ¿Y si esta fuera la única oportunidad?

Si esta fuera la única oportunidad, haría un ejercicio que aprendí una vez y que me ha ayudado mucho a adiestrar mi mente divagante a enfocarse en el aquí y el ahora. Este ejercicio consiste en tomar conciencia de la propia respiración simultáneamente que tomo conciencia de todos y cada uno de los sonidos a mi alrededor. Es simple, dos o tres segundos y listo. Uno ya está aquí y ahora.